altEn El País del 3/11/2011 se recoge una noticia sobre un fraude científico, esta vez protagonizado por Diederik Stapel, psicólogo social de renombre. Este escándalo me lleva a escribir estas breves reflexiones sobre el fraude en la ciencia.

Está claro que este es un caso de fraude científico a gran escala -130 publicaciones y varios capítulos de libros durante años-. Sin embargo, hay que hacer una reflexión sobre el sistema de publicación en ciencia. En los últimos 10-15 años ese sistema se ha vuelto encarnizadamente competitivo. Tienes que publicar como sea, siempre en revistas del JCR, y cuanto más mejor. De lo contrario, pierdes sexenios, pierdes proyectos, prestigio, capacidad de subir, etc. Y aquí viene uno de los problemas: los revisores de las revistas. Revisar a fondo un artículo es un trabajo duro y que lleva tiempo. Además, por razones obvias, no se paga. A nivel internacional no eres nadie si no estás en las mejores revistas y congresos del campo como revisor. Los editores están muy ocupados y te mandan más artículos de los que puedes procesar en un tiempo razonable. Los investigadores, en vista de la situación, con frecuencia mandan la unidad mínima publicable; de hecho, existen revistas especializadas en textos cortos de rápida publicación. La conclusión es que no se revisan a fondo, como se debería hacer, especialmente cuando los artículos datos experimentales, software o similares. Personalmente, me he creado una fama de revisor lento. No quiero caer en las prisas o en la revisión superficial y exijo siempre un mes o mes y medio al menos; a veces, si mis obligaciones no me lo permiten, lo rechazo, incluso aunque me hayan llamado por ser un experto en el tema.

Es vergonzoso, pero uno sabe cuando no le han revisado el artículo. Es cuando los comentarios son vagamente elogiosos (si son críticos hay que justificarlo y ya se nota) o cuando ponen no veo nada erróneo en este artículo que impida su publicación (yo me he encontrado con esta perla). De modo, que el sistema doble ciego en el fondo está un poco bizco. El editor de la revista confía en la profesionalidad de los revisores, y estos, si van con las prisas, en la profesionalidad del autor. Si no hay tal profesionalidad en el autor, pues tenemos la noticia que hoy nos ocupa. Pero estoy seguro de que hay más.

En la ciencia, como en todas las demás actividades humanas, hay fraude. Cierto es que, por su naturaleza, la ciencia vigila más que eso no ocurra, pero el sistema no es infalible. Para profundizar más podemos acudir al libro de Anatomía de un fraude científico, de Judson, centrado sobre todo en las ciencias biomédicas. También, está el artículo de Fernández y Ceraso, que recoge varios casos de fraude científico a raíz del caso Blodt y en el que detalla con toda crudeza una serie de casos de fraude en revistas de prestigio. Semejante caso de honestidad no es tan habitual en otras actividades, me temo.

También es interesante el análisis que se presenta en la bitácora Neuroskeptic sobre quién tiene la responsabilidad de atajar el fraude. En este texto yo apunto al mal funcionamiento del sistema de revisión, pero en la bitácora se analizan otros protagonistas.

Para saber más