Una pregunta nada fácil

Con cierta frecuencia recibo esta pregunta, sobre todo por parte de universitarios, aunque también de padres y madres de alumnos. La respuesta, como era de esperar, no es sencilla. Y no lo es por muchos factores, relacionados tanto con la pregunta en sí como con los interlocutores que la plantean. Empezando por estos últimos, en muchas ocasiones me están pidiendo que les aconseje una academia donde les prepare un examen -sea cual sea, el TOEFL, el First, el IELTS, da igual-. Pero aprobar un examen no es necesariamente sinónimo de aprender inglés. Por ejemplo, y sin ánimo de minusvalorarlo, el First es un examen que se puede vomitar. Aquí la palabra vomitar significa que es posible estudiar para ese examen y pasarlo sin realmente aprender; de esta situación he sido testigo en múltiples ocasiones.  El problema viene de que el formato del examen es muy rígido y es posible predecir las preguntas y entrenarse solo para responderlas. La primera sección del examen oral del First consiste en hablar sobre un tema, típicamente ocio, gustos, viajes, familia y similares. Existen listas, accesibles a cualquier profesor de inglés espabilado o para el caso cualquier alumno espabilado, donde aparecen esos temas y otros similares. Entrenarse en esos 30 temas (ese es más o menos el número) es relativamente fácil. Obviamente, sacar una buena nota en esta parte del test no garantiza competencia lingüística oral. Una persona que ha vomitado el First tendría muchos problemas para defender sus ideas en una situación real, donde la conversación puede tomar giros inesperados o donde se pueden recibir preguntas complicadas y sutiles (como ocurre en la vida real). Siguiendo con la pregunta en sí misma, diría que su respuesta es complicada por varias razones. Primero, la situación de la enseñanza del inglés en este país es de baja calidad, y esto produce mucha confusión. Segundo, porque en general los estudiantes no tienen una consciencia clara de lo que significa aprender un idioma. Muchas veces asocian aprender inglés con sacarse un título o, aun peor, tienen una pronunciada falta de objetividad respecto a su verdadero nivel de inglés (dicho de un modo más crudo, una falta humildad al respecto). En lo que sigue voy a analizar estos dos factores y acabaré este breve artículo dando unas pautas sobre lo que,  en mi modesta opinión, hay que hacer a la hora de elegir una academia de inglés.

 

La situación de la enseñanza del inglés en España

 La situación de la enseñanza del inglés en este país es mala, falta de pilares básicos en que sostenerse. En la enseñanza pública, se han instaurado los colegios bilingües. La triste realidad es que no son tales. A la hora de poner en marcha los colegios bilingües, el nivel que se exigió a los profesores que darían las clases en inglés se fijó por debajo del mínimo. Esto tuvo que ver con que había una prisa política por ponerlos en marcha (Europa apremiaba y estábamos a la cola; bueno, seguimos a la cola). El resultado fue que entraron a dar clase en inglés profesores que no tenían un gran nivel y que básicamente hablaban a sus alumnos en Spanglish. El Spanglish se puede definir como una fusión morfosintáctica y semántica del español con el inglés que lamentablemente no sirve para comunicarse en inglés. El Spanglish puede adoptar varias formas, pero todas tienen en común en que la pronunciación es española o como mucho salteada con algún sonido inglés, típicamente las erres finales, el sonido [ɜ:] (como en her), algún intento en la aspiradas, pero poco más. Lo más característico es la ausencia del ritmo inglés. El español es una lengua de compás silábico -el ritmo se basa en la sílaba-, mientras que el inglés es una lengua de compás acentual -el ritmo se basa en las palabras con mayor carga semántica, las content words-. Enseñar en inglés hablando con ritmo silábico es crear confusión en los futuros hablantes del inglés; y desde luego es inaceptable desde un punto de vista pedagógico y hasta moral (es un engaño en toda regla).  En mi experiencia como profesor de inglés me he encontrado con que, salvo honrosas excepciones, alumnos que han venido de colegios bilingües tenían muchos más problemas a la hora de corregir su pronunciación que aquellos que venían de colegios no bilingües. Una de las formas más comunes del Spanglish es la de traducir del castellano directamente, esto es, hablar en castellano pero con palabras inglesas. Esto no es hablar inglés. Para nuestra desgracia, muchos de los profesores que enseñan en inglés adolecen de estas carencias lingüísticas.

No puedo dejar pasar aquí el asunto de la enseñanza del inglés en primaria y secundaria. En su mayoría,  los programas son repetitivos, no enseñan un inglés real, y el aprendizaje es fundamentalmente memorístico y orientado a pasar los exámenes. Mucho del aprendizaje se basa en los famosos workbooks, que, sí, mantienen al alumno entretenido, pero que no le suponen, en general, aprendizaje real. Alumnos que empezaron estudiando inglés en primero de primaria cuando llegan a sexto son incapaces de mantener una conversación sencilla o escribir un texto básico. No se les ha puesto por situaciones de aprendizaje real del idioma; han superados simplemente los exámenes de inglés, de un inglés autocontenido en su aislamiento de la realidad lingüística y cultural, un inglés que no ha penetrado en su sangre, que no se ha integrado en los esquemas cognitivos de los alumnos. A veces me cuesta llamarlo inglés.

Sin embargo, esta es la situación en que nos encontramos en la educación pública. ¿Y en la privada? Más o menos lo mismo. Se ha repetido el patrón de la educación pública, de nuevo con honrosas excepciones. De hecho, en la educación privada el control es aun menor que en la pública y en algunos casos he visto auténticos desastres educativos. ¿Y qué pasa con las academias de inglés? Dada la tremenda necesidad de aprender inglés de la población, las academias y los profesores particulares proliferan por doquier. En muchos casos han reproducido patrones parecidos a los de la educación pública, quizás con la diferencia de que los alumnos tienen un nativo delante (no siempre bien preparado; una situación irritante es que en muchas ocasiones no les corrigen la pronunciación). Sin embargo, muchas academias tienen un sentido del negocio que ponen por encima de la eficacia educativa. Nos podemos encontrar con tesituras tales como que no tienen un programa de estudios claro, que los niveles en una clase son heterogéneos (¡ya verás cómo te integras bien! -te dicen sonrientes los responsables de la academia), las clases no suponen un reto cognitivo y son más bien un entretenimiento por unas horas a la semana, la evaluación es laxa (no puedes señalar problemas de aprendizaje serios a un alumno o este se cambia de academia parecer ser su lógica), que no corrigen a fondo los errores (en especial, los de pronunciación), que hay mucho intrusismo. Por esto último, quiero decir que hay un buen número de profesores que son nativos pero que no son buenos profesores de inglés. No basta ser nativo para ser un buen pedagogo de la lengua. Yo me he encontrado profesores que no sabían fonética como para dar clase de pronunciación y corregían desde la repetición (este método han demostrado los estudios de investigación que no funciona, pero es el método mayoritario de enseñanza de la misma). Y situaciones similares he observado con la gramática (la estructura del verbo en inglés es un ejemplo).

 

¿Qué significa aprender inglés?

 Antes que nada, aprender un idioma, sobre todo después de la edad de la impronta, esa edad en que los idiomas se aprenden  por mera exposición a los mismos, es un proyecto vital. Dura toda la vida. Cierto es que te puedes conformar con alcanzar cierto nivel. Eso dependerá de tus necesidades y prioridades, también de tu ambición. Pero incluso alcanzar un nivel dado, por bajo que sea, exige una planificación cuidadosa y un compromiso personal serio y duradero. Aprender un idioma implica poner en juego grandes recursos cognitivos y también emocionales. Entre los cognitivos se encuentran  la memoria, la comprensión lectora, el análisis, la síntesis, el reconocimiento de sonidos, la producción de sonidos, el dominio de la gramática, la escritura, el aprendizaje efectivo del vocabulario, la capacidad de cumplir objetivos a largo plazo, y muchos otros. Y de los emocionales apuntamos la tolerancia a la frustración, la capacidad de sentirse bien aprendiendo el idioma, la resiliencia, la paciencia, la humildad, la pasión por el idioma, el reconocimiento de la diferencia, entre otros.

Una parte del aprendizaje de un idioma es acumular conocimientos, de eso no hay duda. Y esto implica usar la memoria. Tienes que tener un vocabulario amplio, de 3.000 palabras al menos, que debería adquirirse gradualmente a lo largo del tiempo, con constancia y efectividad. Tienes que conocer las reglas gramaticales a fondo para poder construir frases idiomáticas. Tienes que aprender el registro escrito, que tiene sus propias convenciones y dificultades. Tienes que conocer las características fonéticas de la lengua, tanto para ser capaz de comprender como para hablar. En el caso del inglés, una lengua tan distinta del castellano, esto incluye conocimiento del ritmo acentual, las 11 vocales con sus características (longitud, tensión, posición de la lengua, posición de la mandíbula y posición de los labios), los diptongos, las consonantes con sus correspondientes alófonos, el habla suprasegmental y la entonación (muy distinta de la castellana, basada en cambios de altura de sonido en sílabas tónicas). Aprender un idioma también significa sumergirte en su cultura. Porque el inglés no es solo una lengua con otras características diferentes a tu lengua madre; es también otra cultura, otra manera de pensar el mundo. Necesitamos mamar esa cultura, exponernos a ella de manera constante, leer libros en inglés de los grandes autores, ver series, viajar (cuando sea posible), estar en contacto con nativos, ver su televisión, informarnos sobre su realidad. Aprender inglés (o cualquier otra lengua) significa mantenerlo vivo (esto implica llevar al día un cuaderno de vocabulario, entre otras cosas); es una lucha denodada por meter el idioma en nuestro forma de vida.

 

¿Cómo elegir una academia de inglés?

Tras todo lo expuesto anteriormente, es hora de contestar a la pregunta. Para empezar, diremos que no nos es posible recomendar una academia en particular. Dar una serie de nombres concretos sería engañoso y arriesgado. Muchas academias tienen un alto índice de rotación. Podríamos hablar de tal o cual profesor(a) en tal academia, pero es posible que ahora ya no esté allí. En general, es mejor seguir a un profesor bueno que buscar una academia en particular.

Buscar una buena academia de inglés es todo un reto. Hay miles y todas proclaman ser las mejores, garantizar resultados siempre, a veces incluso te garantizan la felicidad, y todo ello con un aprendizaje rápido o incluso ultra-rápido (¿?); tienen metodologías innovadoras y dinámicas y demás afirmaciones triunfalistas. Lo que viene a continuación es una lista de medidas a tomar a la hora de elegir una academia de inglés. La idea es que no nos apabullen con la publicidad y, con un poco de sentido común, evaluar la calidad y la idoneidad de la academia (al menos hasta donde sea posible).

  1.  Pider que te enseñen el programa del curso en que te vas a inscribir. Pide que te detallen el programa en las cuatro áreas lingüísticas (reading, writing, listening, speaking). Si no lo tienen o es muy genérico, huye.
  2. Pide que te describan la metodología del curso. No te quedes con las afirmaciones triunfalistas. Mira bien que esas actividades supongan la adquisición de destrezas. Si no lo tienen o es muy genérico, huye.
  3. Pregunta por el nivel de tus compañeros de clase. Pregunta por el número de alumnos. En clases de principiantes el máximo debería ser 8, pero en clases más avanzadas puede ser mayor.
  4. Pregunta cómo enseñan vocabulario. Este es un punto importante. Una buena parte de la responsabilidad de aprender vocabulario es tuya, pero has de conocer los planes de la academia al respecto.
  5. Pregunta cómo enseñan la pronunciación. Este punto es esencial; no hay inglés sin una buena comunicación oral. Si la enseñan por repetición, mi consejo es que no te inscribas.
  6. Pregunta qué acento te van a enseñar. Porque quieres tener un acento consistente, ¿no? Si la respuesta es confusa, huye.
  7. Pregunta el plan de lectura del curso. Los estudios prueban que la lectura continuada mejora las otras tres áreas lingüísticas (writing, listening, speaking). Si no te van a hacer leer durante el curso o la pregunta les sorprende, huye.
  8. Pregunta cómo te van a enseñar la escritura y en particular pregunta por la evaluación de la misma. Huye si ves que no es convincente.
  9. Pregunta si van a usar el aprendizaje colaborativo.
  10. Pregunta por el material a usar en el curso. Si es posible, pide que te lo enseñen (si es un texto publicado por ellos). Si solo te dan el nombre, comprueba su calidad por vía de internet o en una librería.
  11. Pregunta por la cantidad de deberes que suelen en el curso. Este es un punto importante. Deben mandar deberes y deberían ser relevantes (esto no lo puedes comprobar en tu visita, pero quizás si puedes hablar con tu profesor, podrías sacar el tema).
  12. Pregunta por la evaluación de tu progreso en el curso. Deberían hablarte de un montón de pruebas formales e informales. Y si son realmente buenos en esa academia, de pruebas que midan tu satisfacción emocional con el inglés.
  13. Si es posible, pide conocer al profesor que te daría clase o pide que te dejen ver una clase.
  14. Si no te hacen prueba de nivel, huye. Si la prueba de nivel no incluye las cuatro áreas lingüísticas, ¡huye!
  15. En cursos especializados como el TOEFL, CAE, y similares, pregunta cómo te van a enseñar las secciones específicas de esos exámenes. Por ejemplo, si vas a hacer el TOEFL, pregunta cómo te van a entrenar el independent task.
  16. Pregunta por actividades sociales que pueda organizar la academia.
  17. Con precaución y sentido crítico, lee las opiniones de los usuarios en internet.
  18. Si te piden el pago por el año completo, ¡huye! No conviene dejarse atrapar por un pago por adelantado.

Huelga decir que estos consejos son aplicables cuando se va a contratar un profesor particular.

Y hasta aquí han llegado mis reflexiones y consejos. Muchas gracias por la lectura.

 

P.D.: Querría dar las gracias a ACP.  Una pregunta suya me empujó a escribir estas pequeñas notas.

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